Reaccionar? No, actuar

Vía Menéame, accedo a las palabras de Iñaki Gabilondo sobre la falta de movilización de la sociedad actual.

No hay duda de que Iñaki Gabilondo tiene razón: hay innumerables casos en los la ciudadanía debería de reaccionar pero parece adormecida. Estamos cómo si eso no fuera con nosotros y entonces convendría recordar el famoso poema de Martin Niemöller. Otras veces, por muy implicados que nos sentamos, dejamos que se encarguen otros con eso de que «uno más, uno menos, no se va a notar». Sobran ejemplos ya que cada uno tendrá en la cabeza sus propios ejemplos con los que ilustrar esta falta de compromiso social.

Pero una cosa es tener razón, y otra es acertar. La falta de movilización de la sociedad actual es el fruto de un instinto humano: la adaptabilidad. Si las personas reaccionásemos a cada atropello tanto a nuestros derechos como a los derechos ajenos, estaríamos en un pie de guerra permanente. Independientemente de que deberíamos de dedicar nuestros días enteros a pelear contra toda clase de injusticias, el agotamiento psicológico es el primer motivo por el que se prefiere recurrir a la vaselina que a las pancartas.

¿Damos por bueno el argumento de que como no puedo con todos, no peleo por ninguno? ¡¡¡Ni hablar!!!
Ocurre que si tenemos en cuenta que Internet ha multiplicado por 10.000 la cantidad de (des)información que recibimos, y que la pelea continua de los ciudadanos con la administración pública, su compañía de teléfono móvil, su ISP, la empresa en la que trabaja,…. agota a cualquiera, explicamos (≠ justificamos)  facilmente por qué un alto porcentaje de la población se rinde a la caja tonta por las noches en lugar de pelear, por ejemplo, por una #RedSOS.

La falta de movilización que menciona Iñaki Gabilondo se debe sobre todo al exceso de movilización necesaria. Y es que quiero que me expliquen por qué, después de trabajar para, entre otras cosas, pagar vía mis impuestos a políticos y técnicos encargados de solucionar y gestionar los asuntos comunes, tengo de gastar aún más tiempo en pelear contra gran parte de sus decisiones y gestiones.
O admitimos que siempre seremos gobernados por incompetentes y les dividimos el presupuesto por 2, que de todas maneras, lo harán más o menos igual, o empezamos a darnos cuenta de que la solución no está en la reacción sino en la acción: tropezar año tras año y generación tras generación en la misma piedra que consiste en creer que la solución pasa por confiar el poder a un grupo de personas y protestar cuando no aciertan es mucho tropiezo. No hay ninguna solución por este camino: la movilización continua sólo conduce a la desmotivación y desmovilización o contramovilización de los que piensan lo contrario. Tengo la debilidad de creer que la solución consiste en que los propios ciudadanos empecemos a tomar las riendas de los asuntos públicos.

¿Cómo? Empresa privada, servicio público. En lugar de gastar nuestro tiempo y nuestra energía con movilizaciones y protestas intentando tumbar errores ajenos -por mucho que la crítica se pretenda constructiva-, convendría usarlas construyendo entidades que, además de fuente de ingresos propios, fuesen útiles para el bien común.
¿Es posible? Creo humildemente que sí: depende sencillamente de las prioridades que uno se fija al crear una empresa. Y lo bueno es que no se obliga a nadie a nada: no hay (ab)uso de la fuerza física (véase comunismo), ni de la fuerza económica (capitalismo), ni de la fuerza psicológica (religión): si uno quiere seguir con el modelo «empresa privada, servicio privado» a mayor o menor ultranza, la convivencia de los 2 modelos es perfectamente sostenible.

Entonces, al estado, por gravedad, sólo lo acabáremos necesitando para unas competencias mínimas, de carácter global y insustituible (asuntos exteriores, defensa, justicia,…): su perpetua incompetencia se verá doblemente reducida por  la propia reducción de su campo de competencias y por su tamaño menor que le proporcionaría mayor agilidad.
El desmantelamiento del estado está, al fin y al cabo, en linea con la tendencia histórica: el primer paso ha sido repartir entre varios las decisiones y gestiones políticas que ostentaba antiguamente un puñado de nobles. A tales efectos, se creó la clase política. El segundo paso consiste lógicamente en que sean los propios ciudadanos los que conduzcan directamente gran parte de su destino. De tal manera que si no les gusta cómo lo llevan otros, siempre tengan la oportunidad de crear otro en lugar de tener que salir a la calle y enfurecerse desde la impotencia de su sofá o teclado.

PD: ¿Y en qué se diferencia esto de la privatización? en el caso de la privatización, primero se descarga al estado de una tarea, y después se crea una empresa privada que acaba ofreciendo un servicio publico privado. Mientras que de la otra manera, primero se crean empresas privadas ofreciendo un servicio público, y después el descarte del estado para esta tarea cae de su propio peso.

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Tengo soluciones, busco problemas
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