Su película, gracias

Esta mañana, me he tomado gran parte de mi doble dosis de cafeina con la Cuarta Página de El País. El artículo intitulado «Confesiones de pirata arrepentido» es obra de Luisgé Martín.

Si lo valoramos en su totalidad como conjunto de argumentos, no hay duda de que es un buen artículo puesto que, además de bien escrito, la mayoría de las opiniones me parecen acertadas: desde admitir abiertamente que se ha descargado como mínimo la mitad del vídeo/audio que tiene en casa hasta denunciar la hipócrita mascara de luchadores por la cultura libre que lleva mucha gente cuando lo único que pretenden es no pagar. También me parece que acierta en los últimos suspiros de su tribuna cuando pregunta a los que afirmamos que Internet es una fantástica oportunidad para que los músicos puedan promocionar conciertos qué tienen que hacer los guionistas, directores de cine, escritores y todo el gremio cultural cuya actuación en directo está más que comprometida. ¿Alguno se atreverá a contestar «vender camisetas»?

Pero los artículos de opinión no son sumas heteróclitas de argumentos sino hilos argumentados que aspiran a conducir a una conclusión. Y por mucho que la conclusión sea el único fallo de Luisgé Martin, el acierto de una opinión es similar al del fútbol: importa poco que hayas regateado medio campo y tres cuartos del equipo contrario si al final no la metes.

Luisgé cree que «(…) es necesario acabar (…) con el borrón de la piratería, que se ha convertido en un freno para las innovaciones comerciales del mundo de la cultura.» Me recuerda al ex-ministro Molina: con buenas intenciones pero nulos conocimientos en la materia. Hay que repetir una y otra vez que el módelo económico no puede residir en la venta de contenidos digitales que siempre podremos copiar sino en la creación de servicios que faciliten el acceso a ellos: desde el streaming de audio/vídeo de calidad hasta los portales con valor añadido más allá de pretender cobrar por la simple descarga de un archivo de bits.

La cultura es libre, pero no viene con camarero y menos aún en bandera de plata. Y puesto que os encanta decir que somos (fuimos/seremos) todos una generación de vagos que lo quieren todo hecho y al momento, fijo que pagaríamos para que nos la sirváis. ¿No?

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